El milagro español puede tener los pies de barro: las tres trampas que amenazan el futuro económico

Tres trampas clave acechan al modelo económico español: la baja productividad, la precariedad laboral y la deuda estructural. De no enfrentarse con decisión, podrían convertir el actual despegue en un espejismo.


1. Trampa de la baja productividad

España lleva años atrapada en una dinámica de crecimiento basada más en la cantidad que en la calidad. El crecimiento del PIB ha estado impulsado por sectores como la hostelería, el turismo y la construcción, intensivos en empleo pero con bajo valor añadido.

Según datos del Banco de España y la OCDE, la productividad por hora trabajada en España sigue siendo significativamente inferior a la media de la eurozona. Esto limita la capacidad del país para competir en sectores de alta tecnología y frena la innovación.

¿Por qué es una trampa?
Porque sin mejoras sustanciales en la productividad, los aumentos salariales y el crecimiento económico corren el riesgo de no ser sostenibles. Además, limita la capacidad de responder a shocks externos, como los cambios en los tipos de interés o las crisis energéticas.


2. Trampa de la precariedad laboral

Pese a la reducción de la tasa de desempleo y una reforma laboral que ha incrementado la contratación indefinida, España sigue liderando las estadísticas europeas de paro juvenil y subempleo. La dualidad del mercado laboral persiste: un núcleo de trabajadores con derechos consolidados, y una periferia de jóvenes y temporales que entran y salen del sistema sin estabilidad.

Esto no solo impacta en el presente, sino que debilita el futuro económico del país: la inestabilidad reduce el consumo, dificulta la emancipación, frena la natalidad y limita la inversión en formación.

¿Por qué es una trampa?
Porque la precariedad no solo perpetúa la desigualdad social, sino que erosiona la cohesión y la competitividad a largo plazo. Además, impide aprovechar plenamente el talento de nuevas generaciones, muchas de las cuales optan por emigrar.


3. Trampa de la deuda estructural

España mantiene un elevado nivel de deuda pública, cercano al 110% del PIB. Aunque se ha estabilizado tras el pico de la pandemia, sigue siendo una carga que limita el margen de maniobra fiscal. Con el regreso de las reglas fiscales europeas y el fin de la política monetaria ultraexpansiva del BCE, la presión para reducir el déficit será cada vez mayor.

La dependencia de los fondos europeos Next Generation ha dado oxígeno a las cuentas públicas, pero también ha creado una expectativa difícil de sostener si no se traducen en reformas estructurales eficaces.

¿Por qué es una trampa?
Porque una economía fuertemente endeudada queda a merced de los mercados y de los cambios en la política monetaria. Si no se mejora la sostenibilidad fiscal, puede volver la desconfianza, elevarse las primas de riesgo y revivir escenarios de crisis como los vividos en 2012.


Conclusión: ¿Milagro o espejismo?

España ha demostrado capacidad de recuperación, dinamismo empresarial y una notable mejora en algunos indicadores clave. Pero la sostenibilidad de ese “milagro” económico depende de que el país sea capaz de enfrentar con realismo y valentía estas tres trampas estructurales.

La mejora de la productividad, la calidad del empleo y la salud de las finanzas públicas no son solo objetivos económicos: son la base de un crecimiento inclusivo, moderno y duradero. Solo así España podrá consolidar su posición y evitar que este momento de bonanza se convierta en un paréntesis efímero.

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